lunes, 23 de marzo de 2009

ARTICULO: Ma. Elena Mendez Noriega

Participante: Curso Competencias Básicas
Instituciones: UVM-IEA
Instructor: Americo Colon Villan

INTRODUCCIÓN
Históricamente el papel asignado a la escuela como el principal sistema formal concebido para “transferir la cultura de las generaciones adultas a las generaciones más jóvenes”, se refuerza, y en el presente, cobra una relevancia muy especial debido al acelerado cambio demográfico, social, económico y político que afecta a todos los países, ciudades y pueblos.
Debido a ello, cada vez más, se oyen más claro y fuerte las voces, que exigen que la educación que imparte la escuela se transforme, se adecúe a los nuevos tiempos y de respuesta a las necesidades de competencia y calidad que los alumnos de hoy requieren, ya sea, para que continúen con una educación formal o ingresen al mundo laboral y en ambos casos, la educación básica debe asegurar a los egresados de este nivel educativo, la adquisición y el desarrollo de herramientas para seguir aprendiendo a lo largo de toda su vida .
El presente trabajo de análisis de la reforma, nace con la idea de compartir mis reflexiones, opiniones y puntos de vista, acerca de la Reforma a la Educación Básica, esperando contribuir en su comprensión y análisis.
Sensibilizarnos acerca del hecho y entender el porqué las reformas no prosperan, no porque sean malas o no aporten nada sino por la forma en que éstas son implementadas.
Pero también de alguna manera, espero fortalecer esa gran responsabilidad y compromiso que tenemos como docentes y como ciudadanos en la búsqueda y construcción de una mejor sociedad, de un mundo mejor, más humano y justo para nuestros hijos y nietos.

REFORMA EDUCATIVA

¿MEJORES ALUMNOS? ¿MEJORES MAESTROS?

Se entiende por reforma la acción y efecto de reformar. Modificación de algo para mejorarlo.

Reformar viene del latín (reformare) que significa: modificar algo con el fin de mejorarlo; reformar los métodos de enseñanza, reformar la vivienda. Cambiarse, corregirse.

Por lo tanto, reforma significa: cambio. Marris (1975) argumenta que todo cambio real, implica pérdida, ansiedad y lucha. Por lo que si no reconocemos este fenómeno como algo natural e inevitable, hace que tendamos a ignorar aspectos importantes del cambio y a malinterpretar otros.

“Según se trate de un cambio buscado o impuesto, sea casual o esté planificado; se mire desde la óptica de los reformadores o de los que ellos manipulan, de los individuos o de las instituciones, la respuesta es claramente ambivalente” (Marris, 1975).

El cambio puede sobrevenir bien porque se nos impone (por causas naturales o de forma deliberada), bien porque tomamos parte voluntariamente de él, cuando no estamos satisfechos con nuestra situación, no hallamos consistencia o nos resulta intolerable.

En cualquiera que sea el caso, el sentido del cambio raramente es claro al principio y esta ambivalencia impregna el proceso de transición.

Una innovación (cambio), no puede ser asimilada si su sentido no se comparte (Marris, 1975).

Todo ello, explica, por un lado, el por qué las reformas no se concretan y por otro, el por qué –si es que asumimos el cambio- éste, no se sostiene.

La reforma educativa plantea un modelo educativo basado en los procesos que existen para que el alumno aprenda (teoría del aprendizaje), es decir, una educación basada en el ¿cómo? se ¿aprende? cuyo núcleo es el estudiante. Por ello, propone una modificación en el rediseño curricular que no sólo consiste en mover el centro de atención de la enseñanza al aprendizaje sino en lograr una nueva concepción tanto de la actividad del alumno como la del papel del profesor.

Desde este punto de vista, la reforma implica un problema tanto para los docentes como para las autoridades educativas por el modo en que se introduce el cambio y la poca oportunidad para que los maestros participen en un proceso de reflexión profunda y un aprendizaje sostenido.

El cambio, para que sea real, implica cambios en las concepciones y en el comportamiento de los actores, por eso es difícil asumirlo y lo es aún más porque los cambios que pretende la reforma no sólo es en el enfoque didáctico y en el currículo, sino también en la nueva manera de conducir las actividades docentes, (adquirir nuevas habilidades y desarrollar otras).

Es decir, se requiere reestructurar las propias creencias y supuestos acerca de los objetivos de la educación, por ello, asumir una actitud distinta es el cambio más difícil porque se refiere a lo humano.

Trabajar en el desarrollo de éstas nuevas concepciones es esencial y es lo primero que debe realizarse antes de emprender cualquier reforma.

El maestro debe clarificar ¿qué? y ¿cómo enseño? y ¿qué? y ¿cómo aprenden los alumnos?, por ello es indispensable proporcionar el conocimiento de las teorías educativas, criterios y pautas de acción para comprender el proceso del cambio.

¿Qué hacer?, ¿Por qué lo debo hacer? y ¿Con qué fin?, reflexionar y dar respuesta a ello significa interiorizar el cambio y sólo así cobrará sentido y podrá ser sostenido porque tendrá un impacto mayor una vez que éste es aprehendido.

La actitud y la forma de afrontar la tarea docente ya no será la misma y se estará en condiciones de actuar mejor en lo que se hace en beneficio de los alumnos y de la misma profesión docente.

Aunado a todo ello, es importante señalar que estas nuevas concepciones aprendidas, deben concretarse en el escenario docente: la escuela, el aula, los alumnos, y para ello, se necesita también que la escuela se transforme en una comunidad o colectivo con un sentido compartido por un grupo de personas que trabajan de manera conjunta donde se consensúa conjuntamente los objetivos y la organización de su trabajo, un verdadero trabajo en equipo.

Promover y desarrollar una cultura colaborativa favorece una transformación constante del conocimiento tácito (que no se expresa, porque se sobreentiende o se infiere) en conocimiento compartido con la interacción. Así, perfeccionan sus conocimientos y actúan sobre el saber mediante el desarrollo de comunidades profesionales de aprendizaje.

Asimilar el sentido del cambio es crucial para el éxito y además se produce de manera individual, el cambio ocurre o no ocurre. Los procesos psicológicos con lo que se aprende y asimila algo nuevo no acontecen en un segundo. Entender el cambio y el proceso de cambio ocupa su tiempo.

Por todo ello, desarrollar una visión clara de las nuevas prácticas educativas requiere: actualización, capacitación, motivación, retroalimentar el saber, ofrecer las condiciones y el apoyo necesarios para innovar las prácticas, impulsar la colaboración, trabajo en equipo, liderazgo docente, liderazgo directivo, y cuando todo esto se proporcione, definitivamente seremos, mejores maestros, más competentes en nuestro hacer y por ende, alumnos mejores, conscientes de lo que van a aprender: aprender a aprender, aprender a hacer, aprender a ser, aprender a convivir y aprender a emprender.


CONCLUSIONES

1.- El proceso del cambio en el ámbito educativo sólo se asume cuando éste es comprendido a través de las bases teóricas que lo sustentan, sólo así, el maestro hace conciencia de la necesidad del cambio.

2.- La forma en que se implementan los cambios deben llevar un sentido lógico para ser aprehendidos.

a).-Prioritario, que antes de implementar las reformas se proporcionen las bases teóricas.

b).-Cambiar sus propios hábitos, supuestos y creencias.

c).-Poner en práctica los nuevos postulados.

3.- Para hacer realidad el cambio, se necesitan al menos tres condiciones: uso de materiales nuevos (o revisados), uso de nuevos enfoques didácticos y un cambio en las creencias pedagógicas.


BIBLIOGRAFÍA

Gómez Gerardo, Hilda (Coord.). “Taller de inducción a la educación secundaria. El apoyo de los directores y supervisores escolares en el apoyo en el apoyo a la implementación del plan de estudios 2006”. SEP, México, D.F. (2006).

Braslavsky, Cecilia. “La educación secundaria y el currículum en América Latina: nuevas tendencias y cambios”. pp 35 – 48.

Quiroz Estrada, Rafael. “La educación secundaria en México: ¿Reforma integral?”. pp 49 – 60.

Fullan, Michael. “El sentido del cambio educativo”. pp 61 – 76.


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